23 de febrero de 2010

Cuento sin nombre (En el pantano)

Con su llegada todo se iluminó, aunque ahora apenas lograba distinguir sombras entre la bruma, era bastante la diferencia contra la profunda oscuridad que reinaba segundos antes en aquél lugar.

Caminaba pesada y lentamente, pues a cada paso que daba, debía desenterrar del barro sus pies, lo cual aumentaba su fatiga y la sensación de pesadumbre que le agobiaba.

Pero esa nueva luz lo cambiaba todo, de pronto parecía que el aire era ligeramente más fresco, distinto al olor putrefacto expedido por el pantano a los bordes del camino. Era un atisbo de esperanza para salir de ese laberinto sin comienzo ni final, en el cual nunca supo cómo entró, no encontraba como orientarse y mucho menos, la manera de salir de allí.

Claro, aunque los árboles aún parecían todos unos gemelos de los otros, iguales en cada rama, en cada hoja, ahora podía distinguir sombras entre ellos y guiarse por la dirección de las mismas, incluso, marcar algún tronco, detalle que minutos antes de nada hubiese servido, en la total oscuridad que reinaba en ese lugar no se lograba ver siquiera la noche.

La humedad comenzó a disminuir, sus pasos se tornaban ligeros al andar sobre un suelo más firme; el aire, cada vez más claro, le animaba a seguir hacia adelante. Sin saber exactamente a dónde iba se contentaba con seguir la luz, con tal de salir de ese maldito abismo en el que no pasaba ni el tiempo ni cambiaba el espacio, donde la vida parecía haberse detenido.

Adelante -pensó- ¿hacia dónde es adelante, qué me espera ahí, a dónde me guía esta luz? Pensaba sin descansar, sin detener la marcha por temor a que la luz de pronto se marchara tan repentinamente como llegó.

- ¿De dónde vino esta luz, inesperada, que parece llamarme con una voz suave? ¿hacia dónde me llevará? No me importa, con tal de salir de este sitio.

Estaba determinado a escapar de una vez por todas, ya había perdido la noción del tiempo que llevaba allí, sus recuerdos habían sido borrados, no, sustituidos y sólo recordaba lo oscuro, los pies enterrados en el fango, la neblina, el olor nauseabundo que le rodeaba. No importaba a dónde lo llevaran o quién lo hiciera, siempre que fuera lejos de allí.

Precisaba salir de ese lugar condenado por los dioses, de ese pantano lóbrego y frío, que le robaba el alma un poco cada vez; al mismo tiempo, sentía como la luz le devolvía la vida, quizás por eso la seguía sin pestañear, quizás porque creía escuchar una voz que provenía de ella, no importaba mientras lo libraran de esa pesadilla.

Con el paso ya más ligero y decidido, se encontró de pronto frente a sí una barrera invisible e infinita, tan extensa que no lograba distinguir sus bordes. Chocó repentinamente contra la misma y sintió en ese momento un escalofrío como el que jamás sintiera en su vida, la sensación de chocar con un muro glacial e indiscernible, un inmenso espejo.

Se percató cuando vio su propia imagen frente a si, la ropa gastada, raída, húmeda; los brazos enmohecidos y sucios de tanto arrastrarse entre el fango. Enseguida pensó en la luz que lo había guiado hasta allí… SU luz ¿era tan sólo una ilusión acaso?, desesperado, con las manos prendidas de su sien, giró en redondo, buscando el origen de aquella cautivadora luz que le prometía paz, salida, esperanza.

Cayó de rodillas, las manos, tapando su rostro, no lograban evitar que las lágrimas escaparan de entre si. Gritó, con un gemido de dolor, desgarrante, como quien siente que encontró lo que al fin buscaba y que la misma búsqueda produjo su pérdida.

Mirando al espejo, por fin logró ubicar el origen de la luz que tanto tiempo había seguido… provenía de una puerta entreabierta, justo en la dirección de la cuál provenía; si, ahora podía distinguir en el pantano los caminos y orientarse, tenía 2 claros puntos de referencia, ese gélido espejo frente a el y la puerta, lejana, que había hasta ese momento, seguido estando abierta.

Su rostro se encendió, correría tan fuerte como sus piernas le dejaran hasta alcanzar aquella puerta. No más se levantó, cuando la puerta se cerró de golpe, dejando nuevamente todo en la más profunda oscuridad. El pantano nuevamente se convirtió en ese ente, que absorbía la vida de todo cuanto había dentro, le invadieron de nuevo la putrefacción, la desesperanza, perdió de nuevo el sentido del camino y tan sólo cayó, las manos y las rodillas aferrándose al lodo del suelo como si de la propia vida se tratara.

Al otro lado de la puerta, únicamente llegaron ecos de sus gritos, como sutiles gemidos de dolor, como murmullos que se perdían entre los muchos sonidos que provenían de allí. Eran, a fin de cuentas, los lamentos de un habitante más de la desesperanza, otro ser que inadvertidamente se alejó a si mismo de la salida que con tanto afán buscaba.


Esperanza Triste - Maricar Lavin
"Esperanza Triste" de Maricar Levin

0 comentarios: