19 de septiembre de 2009

Bis

Esta es una de las primeras historias que escribí, en esta en particular tuve algo (bastante) de ayuda. Gracias J, no podría haber escrito esto sin ti.  Creo que sigue siendo mi favorita:

~ PARTE I ~
Sostenía la copa en mi mano derecha, agitándola suavemente; Tan deliciosa bebida debe ser degustada sorbo a sorbo.
Tal como un buen Vino Tinto, se toma a temperatura ambiente, mas el elixir ha de estar fresco, recién cosechado para así, intensificar su cuerpo, su textura, maximizar la experiencia de beberlo.
Juego en mi boca con el primer trago, disfrutando cada mililitro, impregnando mi paladar con su sabor; siento como lentamente fluye entre mi lengua y mis labios, ligeramente denso, bajando por mi garganta, saciando mi sed al mismo tiempo que me incita a beber un sorbo más.
Un deseo desenfrenado me recorre, pues quisiera beberlo todo de una vez, sentir como incluso, se escapa por la comisura de mis labios para lamerlo y no perder ni una sola gota. Pero no, me contengo, insisto y me fuerzo a beber despacio, a final de cuentas no es algo que se pruebe todos los días y merece ser disfrutado al máximo, en toda su expresión.
El olor, el simple olor, más aun su color y no hablar de la sensación de la bebida fresca, me excita, me satisface. Finalmente se agota el preciado contenido de mi copa, pero debo beber más, ansío beber más, mi sed precisa ser saciada totalmente.
Es por esto que nuevamente coloco la copa para retener el rojo y espeso fluido que mana, pulsante, desde alguna arteria nueva, cuidadosamente elegida, abierta tan solo con un lento y profundo recorrido de mis uñas, deslizándose despacio, sin detenerse a lo largo del antebrazo por el cual, colgando, fluye una vez más la ansiada sangre, hasta llenar de nuevo, mi copa.


~ PARTE II ~
Despertó, de nuevo sudoroso, temblando y con lágrimas brotando de los ojos; una vez más se sentó al borde de la cama y observó el reloj, ya había perdido la cuenta de cuantas veces había despertado en idéntica situación esa misma noche, miró inquieto a su alrededor, se sentía presa de los nervios y su corazón saltó al ver o creer ver una figura negra que se deslizaba a través del espejo (si no había lugar a dudas, a través del espejo), no, definitivamente no podía ser, pensó que ya eran muchas las noches que pasaba prácticamente en vela, en un constante dormir y despertar presa del pánico, ante lo cual optó por no dormir. Sin embargo, la incesante monotonía de la habitación, el solo estar sentado en la cama o bien, acostado mirando el techo le producía un embotamiento producto quizás del cansancio pero justo en esos momentos, vislumbraba una silueta oscura, desde la cual le acechaban un par de ojos rojos, inyectados en sangre, peor aun, creyó distinguir en determinado momento como esta figura estaba sentada en su sillón, si, en efecto ahí estaba, sentada como si tal cosa, ocupada en algo que sostenía en su regazo.
Intentó serenarse y se dedicó a observar atentamente, tratando de vislumbrar los detalles, mientras parte de su subconsciente intentaba convencerse de que era tan solo una visión, sin embargo allí estaba: sobretodo negro, botas, cabello largo. Fue entonces cuando la figura hizo un movimiento y reparó en lo que esta hacía con tanta diligencia y atención, no pudo evitar estremecerse de horror pues la figura afilaba una larga espada estilo oriental mejor conocida como katana, vió claramente el brillo del arma así como las extrañas figuras que en forma de anillos llenaban las manos del ser oscuro. En ese preciso instante aquel ser levantó la mirada y asomó una sonrisa llena de suficiencia e ironía, como el cazador que se sabe dueño de la presa. Inmediatamente después despertó, nuevamente, temblando y bañado en sudor y con el eco de una voz ininteligible resonando en su cabeza.
Una vez más sentose al borde de su cama, observó su reloj e intentó buscar una explicación lógica a los extraños sueños y visiones que le asaltaban con una frecuencia cada vez mayor y, siempre racional, dedujo que esas visiones eran producto de las últimas películas de suspenso y ficción que había visto en los últimos meses; los extraterrestres y los entes ficticios suelen ser expresados así, impresionantes, con ojos extraños y peligrosos. -no era más que un mal sueño- se repitió a sí mismo, con insistencia.
Observó una vez más su reloj y decidió salir a caminar, a pesar de lo absurdamente temprano de la hora y ¿por qué no?, tal vez ir de una vez al trabajo, pensó que una caminata al aire fresco de la madrugada contribuiría a liberar su mente de esas visiones descabelladas.
Así pues, al poco tiempo se encontraba en la calle, sus pasos resonando ante el silencio de la noche disfrutando de la baja temperatura y de la soledad de las calles, recapituló los sucesos de los últimos meses sintiéndose absolutamente satisfecho con sus acciones y decisiones, como siempre se felicitó mentalmente “hiciste lo correcto ese es el camino, vas bien” solía decirse en esos casos, rumiaba sus pensamientos y su autovanagloria cuando algo lo sacó de su monólogo mental. Recorrió rápidamente con la vista el paisaje desierto y notó que estaba caminando por una zona totalmente desconocida y que peor aun, se había metido por un callejón repleto de escombros y basura, volviéndose rápidamente para irse cuando notó 3 figuras que caminaban hacia el; instintivamente se preparó para el asalto, no tenia dónde ni cómo correr, además nunca fue una persona atlética, maldijo mentalmente la estúpida idea de salir a caminar de esa forma tan imprudente cuando inesperadamente, escuchó un sonido metálico y las 3 figuras cambiaron rápida, mas bien atropelladamente de rumbo; esto lo sorprendió aun mas, aquí no cabía vanagloria alguna, en definitiva el no era una persona capaz de inspirar ese tipo de reacción, entonces a mitad de camino entre el y la salida del callejón lo vio, de pie, la espada desenfundada, el cabello al viento, la misma figura que había visto en su cuarto, lo grave de esto era que esta vez estaba absolutamente despierto, su mente racional no lograba dar con la explicación para lo que le estaba ocurriendo. La figura se giró, lo miró, y una vez más tal y como ocurriera en su cuarto, esbozó una cruel sonrisa mientras envainaba su espada -no son estas horas apropiadas para caminar- le dijo. No atinó a contestarle aunque por cortesía se decía que debía hacerlo, dio un paso hacia él en forma vacilante pero se detuvo en seco al oír que la figura decía mientras le envolvía la bruma -nos veremos pronto- rematando con esa risa que le era tan conocida. Aquello quebró sus nervios y allí en medio del callejón se sentó y enjugó unas lágrimas, más aun cuando al disiparse la neblina y despuntar el día no había nada ni nadie y peor, lo más terriblemente ilógico, estaba en la entrada de una estación del metro.
Aclaró su mente, carraspeó mirando alrededor a los pocos transeúntes que apenas le dedicaron una mirada, observó sus ropas y suspiró aliviado al ver que no presentaban manchas o suciedad y se dirigió a su trabajo intentado olvidarse del asunto, sin embargo no dejaba de pensar que definitivamente esa figura le resultaba inusualmente familiar. ¿Dónde la había visto antes, era acaso una persona? Si era así ¿de dónde le conocía?, una vez mas habló su mente racional -ha de ser el stress del trabajo y estas noches sin dormir – pensó, mientras entraba en su oficina y se sumergía en su trabajo.
Durante el almuerzo, mientras meditaba sobre posibles inversiones, negocios y deudas pendientes, un escalofrío recorrió su espalda. Sintiendo la presión de unos ojos sobre su espalda, su pulso se aceleró y su corazón parecía querer salirse de su pecho, su cuerpo se negaba a obedecer el impulso de voltear, se negaba a enfrentar esos ojos terribles –no pienso voltear, estoy imaginando cosas- se decía, la sensación cobró entonces una intensidad inusitada y llegó a sentir que sencillamente era vigilado atentamente; finalmente con un temblor en las manos tomó aire y giró sobre la silla, lentamente, para encontrarse con los tan conocidos ojos que lo acosaban en sueños, aguzó el oído y lo que escuchó lo dejo atónito, esos ojos le hablaban, pero no, no a el, le hablaban a algo más que no lograba ver, con un esfuerzo captó las últimas palabras -al fin y al cabo es un regalo, no podrás despreciarlo, los dioses nunca lo hacen así que tómalo como eso-. La respuesta fue una risa eminentemente femenina, pestañeó violentamente y restregó sus ojos, al volver abrirlos todo era normal sin rastros, sin sombras, ni siquiera una señal de que algo o alguien hubiese estado allí.
Los días se transformaron en semanas y las semanas en meses, hasta que dadas las constantes visiones y demás irregularidades decidió consultar a un terapeuta. Al fin y al cabo -pensaba- todas las personas con un buen nivel de vida suelen sufrir a causa del estrés. Lo conversó (sin mayores detalles, claro) con un par de compañeros laborales de su confianza, quienes en consenso y por separado le recomendaron una dirección, un teléfono, una referencia, que solucionaría su problema y conservaría su anonimato.
Llamó, llamó y finalmente logró conversar con una gentil secretaria quien le informó que tenia un cupo disponible dentro de 15 días; sin dudarlo concertó la cita –un terapeuta excelente suele estar muy ocupado, es buena señal- se dijo.
Transcurrían los días y la inquisitiva mirada seguía atormentado sus noches; por más que lo intentaba no lograba recordar los sueños que le acosaban, tan solo las sensaciones al despertar el sudor, el pánico, el frio. Comenzó a ver casi en cada esquina, en cada puerta, al personaje de la gabardina, apareciendo como una sombra, aquí y allá, especialmente al caer la noche y le acompañaba el eco de una risa que retumbaba en sus oídos, una risa que provenía de ningún lugar y de todos al mismo tiempo. Con cierta desesperación contaba los días faltantes para su cita la cual esperaba acabaría con lo que el llamaba semejante engaño de su mente.
La noche previa a la cita, durmió profundamente, sin sobresaltos, tan solo un sueño profundo y reparador. Fue tanta la sorpresa que pensó por un instante en cancelar la visita al terapeuta, pero el compromiso estaba hecho y –pensó- se puede romper cualquier compromiso adquirido menos uno como este, con un profesional, eso desdibujaría mucho su imagen de adulto y en particular de triunfador, además de ello ya había pagado la cuota media del costo de la consulta, con la finalidad de asegurar la cita, hasta había activado un recordatorio en su tlf y en su agenda telefónica, finalmente supuso que no ir, agregaría solo descontrol a su cronograma semanal, a su agenda… y a su vida, más estrés.
Ese día despertó temprano y mientras pensaba todo eso tomó una larga y deliciosa ducha de agua caliente, se introdujo en ella entregándose a la revitalizante temperatura del agua abrió los ojos un instante y se quedó petrificado del susto, espantado al ver entre el vapor de la ducha como se formaba el perfil de un rostro familiar que le sonreía de forma macabra e inexplicable, mojó su cara en el agua, abrió la llave de agua fría y permitió que la misma saliera abundantemente y cayese sobre su cara además de despejar el vapor cuando sintió claramente sin duda alguna el contacto de una gélida mano con su cara y el recorrido de algo puntiagudo por su yugular.
Aterrado, salió disparado de la ducha y se detuvo junto al lavamanos mientras se reclamaba a si mismo por ducharse con agua caliente cosa que no estaba entre sus costumbres, al levantar la mirada en el espejo observó, atónito, una frase en el espejo que parecía haber sido escrita con un dedo sobre el espejo empañado y que se desvanecía lentamente, letras desconocidas, una frase en un lenguaje totalmente ignorado por el.
Una vez más su “racionalidad” entro en acción, obviamente estaba nervioso, nunca antes había ido a un terapeuta, seguramente esa era la razón por la cual creía ver más cosas, justamente hoy que era el día de la visita al terapeuta, maldijo mentalmente a sus amigos por no prevenirle de los nervios ni cómo prevenirlos. Fue hasta el closet pensado en la forma más adecuada de vestir ya que le habían comentado que el terapeuta era una mujer, finalmente aupado por la posibilidad de una conquista se decidió finalmente por una corbata color mostaza y tras beber un vaso de agua fría tomó un taxi, decidido a terminar con el suplicio y liberarse del estrés que lo agobiaba.
~ PARTE III ~
Al llegar al sitio indicado encontró una casa con dos poderosas columnas en el recibidor, en el amplio jardín frontal montaban guardia las estatuas de dos gatos negros egipcios, dando una sobria bienvenida a quien llegara. Tocó el timbre, segundos después un sonido le indicó que la puerta había sido abierta, entró y se encontró con una sala sin más personas que el mismo.
Se instaló en un cómodo sofá de piel impecablemente blanco, que hacía juego con la decoración albiazul del recinto. En una esquina, un jarrón de vidrio glaseado color azul rey, exhibía 3 girasoles frescos; al lado del sofá donde se encontraba, una réplica en miniatura de un jardín zen al mejor y más puro estilo japonés; todo impregnado por un tenue olor a mandarina.
En el otro extremo del salón estaba un escritorio azul, con implementos blancos, indudablemente de la persona, por cierto ausente, que se encargaría de recibirlo e indicarle cuándo pasar al consultorio.
¿Sería como lo imaginaba? en las películas, los psicoanalistas suelen tener un diván donde sus pacientes se recuestan para hablar de sus problemas personales, familiares, sexuales… ¿de qué hablaría el? Su vida estaba perfectamente planificada… claro, del estrés… y de esos agobiantes y acusadores ojos, fieros, incandescentes como el fuego, rojos como la sangre, ojos que le seguían amenazantes desde cada esquina.
En eso pensaba mientras esperaba, no le habían recibido aún y no quedaba mucho más que ver en el salón donde se encontraba, salvo las pinturas que exhibían una muy diversa temática y variedad de estilos, las había muy épicas con batallas, espadas y dragones, hasta unas definitivamente macabras, curioso para un consultorio de este tipo pensó mientras miraba alrededor para asegurarse de que nadie le veía. Mas alguien sabía de su presencia, no en vano le habían dejado pasar; ciertamente no faltaría a su cita y el terapeuta no la cancelaría sin avisarle con antelación.
Finalmente se abrió una puerta de cristal, la cual no había visto por el ángulo desde donde se hallaba, el vidrio de la puerta era opaco, blanco, traslúcido sin llegar a ser transparente; la puerta se abrió lentamente y una voz electrónica le indicó por algún parlante que la puerta abierta era una invitación a pasar adelante y que por favor entrara a la habitación y le diera su nombre a la secretaria.
Obedeció maquinalmente sin dejar de pensar en lo curioso de que tuviese que entrar a otra habitación para ver a la secretaria, que según el debería estar justo allí en la sala de las pinturas, la siguiente sala no se diferenciaba mucho de la anterior, al entrar observó claramente a la secretaria vestida a la usanza hindú, quien muy elegante lo miró mientras conversaba por tlf indicándole con la manos que le diera un segundo, cuando asentía captó un rápido brillo en la mirada mientras oía que le decía a su interlocutor invisible -en efecto, tal como Ud. lo dijo el cumplió, por lo que veo hizo su trabajo y muy bien, no, no se preocupe no estoy dudando solo que como Ud. dijo no deja de ser curioso, muy bien lo que Ud. Diga- sonriendo mientras conversaba.
Colgó y amablemente le indicó que le diera su nombre, número de tlf, dirección y fecha en la cual había hecho la cita, todo esto para confirmar su identidad en el registro dijo, mientras le dedicaba una sonrisa increíblemente seductora. Vaya -pensó el- vas muy bien como siempre, en el peor de los casos puedo invitarla a salir y deslumbrarla con alguna película y un buen restaurant, total las secretarias no están acostumbradas al lujo y confort que alguien con mi posición puede pemirtirse.
Trato de devolverle la sonrisa más expresiva que pudo al tiempo que le decía nos vemos en un rato y si lo desea la invito a un café capuccino; avanzó a la habitación sin notar la expresión de burla de la secretaria.
Lo primero que le impactó de la siguiente habitación fue el olor a mandarina, era más fuerte y penetrante que el de la sala previa; miró extrañado que el olor provenía de 3 varillas de incienso ubicadas a los pies de una escultura. Kali, rezaba encima de la estatua de mediano tamaño; recordó que se trataba de una diosa hindú poco nombrada y notó a sus pies 8 velas dispuestas en semi-círculos, una vela por cada brazo que poseía la diosa.
Mientras detallaba la extraña escultura, mezcla de terror y hermosura, se impresionó al ver los ojos en el rostro: un par de rubíes intensos y tan feroces como la expresión de la diosa misma.
El consultorio, más pequeño pero no por ello menos cómodo, era perturbadoramente blanco, tan inmaculado en su color como en la posición matemáticamente detallada de los objetos presentes en el mismo. Los muebles, un diván, una butaca y una mesa pequeña a modo de escritorio al lado del sillón.
Frente a él, se encontraba el diván, bastante más reclinado que los que había visto en películas, tanto que parecía una camilla. La butaca estaba orientada de manera que le daba el frente al diván y la espalda a la puerta, indicando que la persona allí sentada efectivamente no era distraída por ningún elemento externo. No habían ventanas, a pesar de percibir el ambiente fresco y ventilado, no observada adornos o cuadros, solo la escultura de Kali, las velas a sus pies y las varillas de incienso.
Escuchó una voz suave y melodiosa que decía en medio de una sonrisa definitivamente sugerente -gracias te debo una corazón- y de pronto se asomó una mano, tan blanca como el consultorio, por encima del sillón, indicándole con un gesto que pasara adelante y tomara asiento en el diván. El ambiente se llenaba con una melodía suave, entonada por una voz femenina, dulce, relajante; cada vez se sentía más a gusto en aquel lugar. Finalmente se sentó en el borde del diván, un poco sin saber que hacer o quién comenzaría la plática.
Una vez allí divisó el rostro en el sillón, era de una mujer, de tez tan pálidamente blanca como la luna, envuelta en un sobrio vestido azul oscuro que endurecía sus rasgos; cabello castaño, suelto, largo hasta la cintura. La mujer le ofreció una taza de té alegando con una voz particularmente dulce que le ayudaría a relajarse más aún, especialmente siendo la primera vez que se veían, que empezarían con una charla común para romper el hielo y lograr que poco a poco se sintiese en confianza. Echado en el regazo de ella, estaba un hermoso y brillante gato negro, ojos verdes esmeralda, quien ronroneaba perezosamente y se estiraba en respuesta a los cariños de su dueña.
La terapeuta le invitó a recostarse totalmente en el diván para hacer un ejercicio de relajación antes de comenzar. Una vez recostado, sintió como su cuerpo efectivamente se iba relajando, los párpados cada vez más pesados le cerraban los ojos casi completamente, comenzó a sentirte atontado y de pronto cayó en cuenta de que se encontraba absolutamente vulnerable, frente a una desconocida; sin embargo ya no le importó lo único q le importaba su único motivo para su estancia allí era olvidar esos malditos ojos rojos…
ROJOS!!! Se exaltó, pues recordó con claridad por fin los ojos y los vio reflejados en el rostro de Kali, la estatua que estaba en el consultorio allí estaban finalmente, mirándolo, los ojos que le acosaban o al menos un par de ellos ya que no lograba sacar de su cabeza los malignos ojos enrojecidos de la figura negra. En ese instante quiso huir, echar a correr pero su cuerpo no le respondía, no podía moverlo, a duras penas lograba girar la cabeza sin poder emitir sonido alguno, una vez que su cabeza dejó de reaccionar cayó tendido y completo en el diván, donde le esperaba algo que no había visto antes. Un retrato, solo podía verse desde allí, aturdido, enfocó la mirada para distinguir el retrato, allí arriba le miraba de frente, un retrato de la mujer que se encontraba sentada a su lado; en el retrato estaba sentada en un silla alta rodeada de incienso, con una mirada calma y a la vez terrible y a su lado, de pie con una maligna sonrisa, vistiendo un traje largo, botas y una gabardina, negra la vestimenta, suelto el cabello, la figura que lo había atormentado todos esos meses.
Desesperado hizo un esfuerzo supremo por levantarse para preguntar a la terapeuta que significaba aquello y cuando lo logró, luego de un gran esfuerzo semi incorporarse, quedó paralizado de horror…
Allí estaba ella pálida como la luna con su vestido largo y ligeramente escotado dirigiéndose a un recién llegado al tiempo que extendía sus largos brazos -pensé que nunca llegarías, después de todo también has de disfrutar de esto querido- para inmediatamente fundirse en un tierno abrazo.
¿Qué rayos era eso? pensó el, ¿Una consulta con más de un terapeuta? Casi se sobrepuso a su horror cuando ella y el recién llegado dieron unos pocos paso para asegurarse que el los viera bien, allí estaba ella con una sonrisa terrible, mientras tomaba de la mano a un hombre que correspondía exactamente a la figura que lo había atormentado sin piedad.
No podía siquiera temblar por el horror de esa visión, pues reconoció la sombra que el creía haber inventado, la figura que le perseguía. No pudo hacer más, siquiera emitir algún gemido, ver a la mujer y preguntándose el por qué de todo aquello.
Observó como lentamente ella tomaba un par de copas mientras el depositaba su espada a los pies de Kali, acercándose luego lentamente al diván; ella levantó con una mano su cara aterrorizada, sus manos le parecieron ahora muy frías al contacto y sintió el contacto de un anillo filoso y puntiagudo, mientras el hombre clavaba la mirada en el una vez más.
Pudo percibir como se abría su piel al contacto de ese anillo de afilada punta y recordó que ya había sentido esa sensación en su yugular una noche, el dolor inmensurable y constante que esto le producía, las lágrimas que brotaban sin control desde sus exorbitados ojos, lo tibio de la sangre que fluía desde la herida y goteaba, según podía oír, en una copa de cristal. Una vez que dejó de sangrar por la herida respiró aliviado aún si entender. Lo último que vio fue a la mujer, sosteniendo la copa de vino con su mano derecha, junto al hombre quien también poseía una, escucho el chocar de las copas y los vio bebiendo de las mismas. Pudo observarla a ella, deleitándose con su sangre y en su blanco rostro, vio como esbozó una sonrisa de avaricia, excitación y satisfacción al mismo tiempo que el hombre, dirigiéndole una mirada de absoluto dominio y poder, levantaba su copa hacia el, brindando ¡salud!...
~Kh~