16 de febrero de 2009

La Ventana

"El corazón piensa constantemente. Esto no puede cambiarse. Empero, los movimientos del corazón, vale decir los pensamientos, han de limitarse a la situación actual de la vida. Todo pensar que trasciende el momento dado tan sólo hiere al corazón" (I-Ching: Ken)

Esta historia está inconclusa, no porque no haya terminado de escribirla, si no porque de momento parece no tener final; así como parece no tener ni pies ni cabeza, tal como la mente de la cual surgió:



El frío se colaba por la ventana, abierta de par en par a la brisa de la madrugada. A pesar de eso, dormía boca-abajo, con la espalda desnuda y descubierta, tan solo por el placer de sentir en ella el rocío.

Adquirió esa costumbre desde el día en que dejó abierta la ventana para que pudiese entrar su incorpóreo amante; mezcla de ternura, calidez, garras y besos, nunca faltó una sola noche al encuentro.

Llegaba el, volando entre las sombras y guiado por la ténua luz de la luna; puntualmente al oir que esa, su ventana, se abría al fin, volaba en pos de ella donde estaba seguro que estaría esperándole un cuerpo tibio, lleno de deseos y una tan ferviente como sumisa pasión. No podía negarse a ella, no sabía como, ni estaba seguro de querer realmente hacerlo.

Igual le esperaba ella, cada noche, impaciente porque se fueran las horas de luz, para tan solo abrir su ventana y esperar el abrazo de cada noche,

Lo decidió un día, molesta, cansada, cerrar la ventana y encender el Aire Acondicionado a la máxima potencia hasta congelarse... Ahora, de cuando en vez ella abre la ventana algunos instantes y luego la cierra. Otros días el llega a su ventana y se da la vuelta al verla cerrada. Ella por su parte, mira desde dentro, a través de la ventana y espera que algún día el decida tocarla, pasar por ella y al fin, quedarse.

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