7 de enero de 2007

A Un Perrito Que Me Mordió Antier

Yo no practico, ¡oh perro!, la venganza,
pero en esta ocasión, a mi manera,
de Aquiles vengador la hiriente lanza
para puyarte a ti blandir quisiera,
pues colgajos creyéndolos de panza
o acaso medallones de ternera
anteayer tus diabólicos colmillos
clavar osaste, ¡oh perro!, en mis fondillos.

No es el dolor, ¡oh perro!, ni es la ira
ni tampoco el rencor lo que me impele
a que hoy tuerza las cuerdas de mi lira
y cual látigo usándolas te pele,
pues tu mordisco fue, si bien se mira
un mordisco trivial que ni me duele;
pero me duelen, sí, mis pantalones,
y en su nombre te escribo estos renglones.

Jamás varón alguno, que yo sepa,
de todos los que inscribe mi linaje,
ni aún cuando jugaban palmo y pepa,
rodeados de famélicos perraje,
o enfrentaban, buscándose la arepa
perros de variadísimo pelaje,
jamás ninguno fue, vuelvo y repito,
atacado por perro ni perrito.

Tal nuestro orgullo fue y nuestra presea
en el deporte igual que en el trabajo;
mas llegas tú de pronto con la idea
de que solomo soy o bien tasajo,
y de un solo empellón, maldita sea,
toda una tradición echas abajo:
¡Gracias a ti y al diablo que te auxilia,
soy el primer mordido en la familia!

Yo consagré a los perros más de un canto,
yo en más de una ocasión, con voz canora,
le supliqué a San Roque, vuestro santo,
que os tendiera su mano protectora:
hoy os quiero también, pero no tanto,
pues si os tuve por buenos hasta ahora,
hoy os encuentro, ¡oh perros!, tan cretinos
que prefiero a los dóciles cochinos.

Contempla, pues, ¡oh perro!, lo que has hecho:
al hundir en mis glúteos tus colmillos
no sólo, como he dicho, me has deshecho
una vasta porción de los fondillos,
sino que a suponer me das derecho
que son todos los perros unos pillos...
¡Todo esto por morderme a mí, tan seco,
habiendo en este mundo tanto adeco!


Aquiles Nazoa

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