
Mi primera satisfacción fue ver sus entrañas en ebullición, como si se tratara de un hervidero de gusanos. Una mezcla de sangre y vísceras explotando aquí y allá, al ritmo de una composición musical jamás escrita pero que, visualmente, era una perfecta obra de arte.
Me costó encontrar la temperatura necesaria, la tubería de oxígeno para ayudar con el burbujeo, el tamaño preciso que debía tener la herida del abdomen,...