Comencé esta historia hace varios días, publicada bajo el nombre de "Inconclusa" pues en ese momento no supe cómo continuarlo... ahora bien, aquí está tal como ha salido, ya concluído.
De pronto se encontró atada por los codos a una barra, con una sensación de turbidez y sin poder recordar cómo había llegado alllí o qué hacía en aquel lugar. Los sonidos le eran ajenos, su visión era borrosa al punto de no poder distinguir entre las manchas que danzaban frente a si. Un olor nauseabundo la impregnaba, sintiendo como toda esa porquería se pegaba a su piel, a su nariz, a sus labios.. así como antaño lo hacía el aire marino.... El mar, vendería su alma al primer postor a cambio de poder estar frente al mar en ese instante y no en el cuchitril en el que se encontraba ahora, donde la sensación de aprensión era intensa y el aire húmedo, enrarecido, señal de que se encontraba en una habitación pequeña y cerrada.
Algunas imágenes vagas rodeaban su mente, ¿acaso era un pacto lo que había hecho? Recordaba a un hombre de tez muy blanca y nariz aguileña, recordaba haberse cortado y lamerse la herida ¿se había lastimado ella o la había herido alguien más? ... Todo era tan confuso, tan vago... la mejor explicación para eso era que había sido drogada, ¿cómo si no, explicar que no recordara claramente lo sucedido?
Sintió un dolor agudo en el abdomen, logró alzar ligeramente la cabeza sólo para observar con espanto como un hilo salía de su cuerpo, un cordón ensangrentado que salía de allí, de sus entrañas, colgado de un gancho situado en el techo. El cordón era de un color rosáceo, pero algo se movía sobre él... GUSANOS!!! ERAN ASQUEROSOS GUSANOS !!! eso no podía estar sucediendo, era mentira, esos asquerosos animales no usarían el cordón para llegar a ella, se negaba a permitirlo. Intentó moverse de un lado hacia el otro para desatarse del cordón rojo cuando se dió cuenta que no podría, ese cordón era parte de ella, era su intestino delgado, extraído desde su abdomen, y era eso lo que consumian esas malditas pestes carroñeras.
La sensación de desamparo fue tan intensa que empezó a gritar, a llorar, a rezar, a pedirle al Díos en el que siempre confió su alma que se la llevara en ese preciso instante ¿Cómo podía ese Dios ser tan misericorde y dejarla allí tirada a su suerte, a merced del horrible ser que le había hecho esto?
De pronto otra imagen, su dedo ensangrentado escribiendo su nombre sobre un pergamino. ¿Qué estupidez había hecho? ¿Cómo se le corrió la idea de firmar eso? más ahora que no recordaba lo que había negociado, pero fuera lo que fuera, no tenía sentido que valiera el precio que estaba pagando. Cualquiera que hubiese estado de pie a su lado habría visto aparecer en ese momento una sonrisa.. Claro, por supuesto, todo lo que sucedía era tan ilógico que sólo había una explicación, era un sueño.
Intentó despertar de ese espantoso sueño, puesto que no podía ser otra cosa sino un sueño vívido y terrible, tan vívido que podía sentir el olor de su carne chamuscada así como las náuseas que esto le provocaba... no, debía despertar de ese sueño a como diera lugar. Decidió, pese al hedor, respirar profundo una vez... otra vez... una vez más, cerrar los ojos olvidar los gusanos y concentrarse en su vida real, la que había dejado atrás al momento de ir a dormir.
La luz que se colaba por la cortina le dió el calor necesario para saber que había despertado y que si, estaba en casa. Su perro jugaba a los pies de la cama, mordisqueando las sandalias como todas las mañanas, sólo para hacerla correr detrás de él hasta la cocina y lograr un poco de atención de su adorada dueña. Se levantó sintiendo que ése era el más feliz día de su vida, en comparación con la terrible pesadilla que había sufrido la noche anterior, pero..¿qué la habría causado? la ensalada de la cena no podría haberle causado indigestión, y obviamente no debió ser el efecto de la novela que estaba sobre su mesa de noche a medio leer... no buscó mayor explicación y únicamente se sintió aliviada de haber despertado y deseó con toda su alma no soñar algo siquiera similar más nunca en su vida... ¿Cómo se le ocurrió blasfemar así de su Dios, que tan piadosamente le había guiado en cada paso de su vida? Más nunca volvería a dudar de él. Eso debió ser, una prueba de su Fé, la había superado y sintió su corazón lleno de regocijo.
Para celebrar, decidió desayunar huevos revueltos, un gran vaso de jugo de naranja, un par de rodajas de pan y luego salir a dar una larga caminata por el parque, ese sol tan cálido y espléndido no sucedía todos los días en la región fría del país donde vivía. Se duchó, rápido, con agua fresca para olvidar la mala noche que había pasado, se vistió, calzó los zapatos deportivos y bajó a desayunar. Hizo todo sistemáticamente, como cada mañana, estableciendo qué hacer según lo planeado el día anterior y lo que dictaba su agenda.
Se colocó en el brazo el reproductor de música, le colocó el collar al lanudo perro que ya brincaba entre sus piernas esperando el anhelado paseo matutino, verificó que todo estuviera en orden antes de salir y se dirigió a la puerta... La brisa del mar chocando contra su rostro, era y sería siempre la mejor sensación que tendría durante toda su vida y así, de frente al viento, ella y su mascota salieron a dar un largo paseo a la orilla de la playa.
La arena se hundía suavemente bajo sus pies, el perro brincaba dando círculos a su alrededor y de vez en cuando con una zambullida entre las olas, o decidía ladrarle a algún atrevido cangrejo que osara pasarle por enfrente. A lo lejos vió a alguien que caminaba en sentido contrario, acercándose, y al igual que ellos, disfrutaba plácidamente del paisaje costero... Al acercarse se dió cuenta de que era un hombre, alto, esbelto, hasta buenmozo, pensó que sería agradable por esta vez, compartir su caminata con ese sujeto que obviamente era agradable y bien educado, se sabía, por supuesto, por su modo de caminar, de vestir y de disfrutar el mar.. sólo un alma pura podía amar el océando como ellos.
Cuando el sujeto se acercó, la saludo con una amplia sonrisa y pronunció una frase, ininteligible para ella, así que decidió girar y preguntarle al simpático caballero lo que había dicho.
El caballero volteó, le sonrió nuevamente y mirándola profundamente, amablemente le dijo -Tu deseo está cumplido, es hora de despertar-
De pronto y sin saber en qué momento, había despertado de su onírica vida feliz y perfecta, donde un perro lanudo mordía sus zapatos, dónde la luz del solo acariciaba su rostro cada mañana, mientras que su realidad, su mísera realidad, era oscura y nauseabunda, atada a una barra, mientras sus intestinos colgaban de un gancho obligándola a verlos siendo devorados por los gusanos.