Contando - ya voy por cien -
para quedarme dormido,
hambriento, solo, aburrido,
vengo de Cagua en tren.
Paramos junto al andén
de una pequeña estación,
y allí sube un hembrón
de tan espléndido empaque,
que, iniciado el plan de ataque,
le busco conversación.
No me tengo que esforzar
para “buscarle pelea”,
pues ella también desea,
por lo visto, conversar.
La coge, para empezar,
por el tema del calor,
y a falta de algo mejor
con que seguir adelante,
se pega a hablar de un cantante
que es de mi mismo color.
Tratando de contener
aquel torrente espantoso
que por estar de gracioso
yo mismo he puesto a correr,
le ofrezco: - ¿Quiere leer?
Y ella, alarmada: - ¡Que horror!
Si usted supiera, señor,
a mí, libro no me pasa...
Y eso que tengo en mi casa
“Los Tintanes del Amor”.
Y empieza el cuento sin fin
en torno a cierta historieta
que su hermanita Enriqueta
se está leyendo en “Pepín”.
para ponerse carmín
apaga un poco el motor;
pero con furia mayor
vuelve a la carga al instante
¡de nuevo con el cantante
que es de mi mismo color!
Ya tengo la sensación
de que, prendida en la oreja,
lo mismo que una cangreja
llevo a la dama en cuestión.
¡Oh lector, por compasión,
moviliza tu saber
y dime que debo hacer
contra su implacable charla!
Sin tener que asesinarla,
¿cómo callo a esta mujer?
Aquiles Nazoa
6 de enero de 2007
Apuros De Un Atacón
7:36 p.m.
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