8 de abril de 2005

Khalil Gibrán

Hay textos que son atemporales.... y es casi un crimen que no sean conocidos por muchos.... es el caso de Gibran Khalil Gibran, poetá Libanés del siglo XVIII (creo). A continuación uno de sus escritos; me gustan tanto que problablemente ponga alguno más en otra ocasión. Espero les guste:

¡OH, NOCHE!

¡Oh, noche de los enamorados, de los poetas y los can­tores!
¡Oh, noche de los fantasmas, de las almas y las sombras!
¡Oh, noche del deseo, de las ansias y la nostalgia!
¡Oh, gigante! erguido entre las nubes enanas del poniente y las hadas de la aurora, empuñando la espada del terror, coronado por la luna, vestido de silencio, mirando con mil ojos la profundidad de la vida, oyendo con mil oídos los gemidos de la muerte y el aniquilamiento.

Eres la oscuridad que nos hace ver las luces del firma­mento, mientras que el día es una luz que nos envuelve en la oscuridad, de la tierra.
Eres una esperanza que abre nuestros ojos a la majestad del infinito, mientras que el día es una presunción que nos transforma en ciegos, en un mundo de cantidades y me­didas.
Eres quietud que revela secretos a las almas despiertas, en los espacios celestiales, mientras que el día es una serie de ruidos que perturba a las almas, perdidas, entre sus pro­pósitos y sus deseos.
Eres el justo que une, bajo las alas del sueño, los sueños de los débiles y las aspiraciones de los poderosos, y eres el bienhechor que cierra con sus dedos invisibles, los párpados de los infelices y conduce sus corazones a un mundo menos cruel que este mundo.

Entre los pliegues de tus azules vestidos, los enamorados exhalan sus suspiros; y a tus pies cubiertos de rocío, los soli­tarios vierten sus lágrimas y en tus manos perfumadas con el aroma de los valles, los exilados depositan los gemidos de su pasión y su nostalgia. Eres el compañero de los enamorados y de los exilados; eres el consuelo de los solitarios y los aban­donados.
A tu sombra vagan las almas de los poetas y a tu paso, despierta el corazón de los profetas y toma forma la sabidu­ría de los pensadores.

Cuando mi alma se cansó de los hombres y mis ojos de contemplar el rostro del día, me alejé hacia el sitio distante, donde duermen las sombras de los tiempos idos.
Allí, me detuve frente a una presencia oscura, que cabal­gaba a miles de pies sobre la tierra, y sus valles y montañas. Y miré fijamente los ojos de la sombra y pude oír el batir de alas invisibles y sentir las caricias del silencio, y vencer el miedo a la oscuridad.

Allí te vi, oh, noche, fantasma gigantesco y hermoso, suspendido entre la tierra y el cielo, velado por nubes, en­vuelto en la cerrazón, riéndote del día, riéndote del sol, burlándote de los esclavos en vigilia, frente a los ídolos dor­midos.
Te vi hacer escarnio de los reyes que dormían envueltos en seda y contemplar con furia el rostro de los criminales. Meciendo a los niños en su cuna y sonriendo a las lágrimas de los enamorados. Elevando a las almas nobles al cielo y aplastando bajo tus pies a las almas mezquinas.

Te vi, oh, noche, y tu me viste. Y eras en tu terrible majestad, un padre para mí y yo era, en mis sueños, un hijo para ti. Y no hubo más velos entre nosotros, y me confesaste tus secretos e intenciones. Y yo te revelé mis aspiraciones y. mis esperanzas. Y cuando lo temible de tu rostro se trans­formó en melodía, suave como el murmullo de las flores y mi temores cedieron paso a una seguridad dulce como la confianza de las aves, me alzaste hasta ti, me pusiste sobre tus rodillas y enseñaste a mis ojos a ver, a mis oídos a oír, a mis labios a hablar. Y enseñaste a mi corazón a amar lo que los hombres odian y a odiar lo que ellos aman.

Después tocaste mis pensamientos con tus manos y mis pensamientos son ahora cual un río caudaloso que corre cantando y arrastrando todo lo viejo y todo lo muerto.
Después besaste mi alma y mi alma se encendió y es como una llama que quema todo lo seco.
Y te acompañé, oh, noche, y te seguí hasta asemejarme a ti. Y mis inclinaciones se mezclaron con las tuyas, y te amé, hasta que mi ser se convirtió en una diminuta réplica tuya. Y en mi alma oscura hay estrellas luminosas que la pasión esparce al anochecer y en mi corazón hay una luna que ilumina la procesión de mis sueños.

Y en mi alma vigilante hay una quietud, que revela los secretos de los enamorados y repite el eco de las plegarias de los fieles. Y en torno a mi cabeza un anillo mágico, ras­gado por el estertor de los agonizantes y restaurado por el canto de los trovadores.

Soy como tú, oh, noche. ¿Y que pensarán los hombres de mi pretensión, ellos, que se comparan con el fuego cuando quieren enaltecerse?
Soy como tú, y a ambos nos acusan de ser lo que no somos.
Soy como tú, aunque el atardecer no me corone con tus nubes doradas.
Soy como tú, aunque no esté envuelto por la Vía Láctea.
Soy una noche espejada, extensa, quieta, trémula y vibrante, y mi oscuridad no tiene principio y mi profundidad no tiene fin.

Cuando las almas se alzan, ufanándose de la luz de sus alegrías, mi alma se cubre, feliz, con la oscuridad de su me­lancolía.
Soy como tú, oh, noche. Y mi mañana sólo llegará cuando mi tiempo haya terminado.

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c'ya

1 comentarios:

ベル dijo...

http://espinita.blogspot.com/2005/04/color.html

Casualidad ayer postee algo de Khalil Gibran.. espero ke lo disfrutes tanto como disfrute este. Alla me dejaron un link bien interesante, checalo.
Saludos :)